lunes, enero 16, 2006

Exhoración

No permitas que te convenzan de que no puedes cambiar algo, recién cuando te convences es que no puedes cambiarlo.

No dejes de creer nunca que la poesía puede salvarte, es en ese momento cuando te condena.

No te abandones a la idea de que una mirada no puede cambiar tu destino, si lo haces, te perderás de verla.

Disfruta de la vida como si estuvieras dentro de un sueño, y entenderás que el sueño está dentro de ti.

No sientas temor de enfrentar el reto más complejo, pero vive aterrado por la idea de no tenerlo. Cada desafío, cada momento de dificultad, es una oportunidad para ser mejor, porque estarás venciendo al único rival que tienes en la vida: tu resignación.

No le temas al torbellino de la lucha, tenle miedo a una templanza sin tempestades en el pasado.

No le temas al silencio que no se transforma en palabra, mucho menos a la palabra que no ha nacido del silencio.

Tenle respeto al pensamiento de un hombre sabio, ya sea que se traduzca en un mar de silencio o te embellezca con el resplandor de su palabra. Jamás te dejes amilanar por palabras violentas, y cuando te enfrenten con palabras, tenle miedo a la razón de esas palabras, pues tu triunfo y tu derrota están ahí: en ti.

Protesta siempre que debas, o serás cómplice y, peor aún, cobarde. La peor corrupción de los pueblos es el silencio.

No permitas que te cambien para ser como ellos necesitan, utiliza tu virtud a la hora de decidir y allí mismo te estarás juzgando… te estarás salvando.

Yo y el viento (Enero 2006)

En todo este tiempo aprendí que los caminos, cuando son difíciles, requieren un esfuerzo doble, pero son sensibles a la luz del espíritu que no se rinde, siempre.
Hoy sé que a veces hay que resignar, sobreponerse y enfrentar, que aunque la intención nos lleve por un lado, la vida nos acomoda donde es mejor para que rinda nuestra capacidad. No sé por qué, pero creo que el destino es inevitable, podemos amarlo u odiarlo, pero no modificar ni una línea, no sé si me gusta eso, pero sé que me gusta mi destino.
Hoy sé que el mundo se resiste a que lo cambien y que estoy equivocado cuando creo que Dios es esa resistencia, todo lo contrario: es mi fuerza.
Hoy sé que el logro es el premio al esfuerzo y nada más que eso, por eso es tan duro a veces, para incrementar el valor del premio, por eso duelen tanto los fracasos que siempre son más: para que valga el triunfo.
Hoy sé que aun cuando creemos que algo es lo correcto y tenemos las mejores intenciones podemos equivocarnos, y no solo lastimar, también salir heridos.
Hoy sé que soñar es mejor que rendirse, aunque rendirse no duele tanto.
Hoy sé que en la constancia está el logro de la idea, y que si renuncio pierdo más que lo visible.
Hoy sé que lo mejor es eso que construimos con lágrimas en los ojos y que los milagros siempre tienen forma de mirada.
Hoy sé que cada persona es todo el mundo, por eso no es tan difícil cambiarlo, y que la bondad de una persona no puede ser juzgada por nuestra limitada capacidad… tampoco la maldad.
Hoy sé que la vida puede ser hermosa cuando la sabemos vivir, pero está llena de dificultades, de trabas, de malignidad, de momentos amargos. No hay que rendirse, SIEMPRE hay una nueva oportunidad.
Hoy sé que el sufrimiento construye una coraza que con el tiempo te hace resistente, la clave es no formar parte de la coraza y mantener todo aquello que nos deja indefensos, porque es lo mejor que tenemos aunque siempre nos den ganas de llorar.
Hoy sé que la memoria es la herramienta para construir un porvenir mejor.
Hoy sé que las grandes hazañas son la maduración del sueño, y que despertar es la orden para comenzar a construir.
Hoy sé que los ideales duelen, que la fe incomoda, que las convicciones nos hacen sangrar; pero también duele, incomoda y nos hace sangrar tener un hijo, eso es por el valor que tiene. Vivir de principios parece un castigo, pero a la larga uno descubre que es un premio, porque la vida toda sirve únicamente para enseñarnos eso. Quizás podamos parecer insignificantes en el plan del Universo, pero el Universo es insignificante sin la significación que le damos.
Hoy sé que la experiencia no nos sirve de nada cuando no modeló debidamente nuestra alma y que la sabiduría no tiene que ver con la inteligencia, pocas veces Dios mezcla sabiduría, inteligencia y un buen corazón, pero cuando lo hace esos hombres cambian al mundo.
Hoy sé que el miedo a equivocarnos es el peor error y que callarnos cuando debíamos hablar es tan malo como hablar cuando debíamos callarnos.
Hoy sé que el sentimiento más complejo puede ser expresado con una mano sobre el hombro y que cuando estás en el suelo todo te parece alto e inalcanzable, creo que Dios permite que estés ahí para que cuando te incorpores te des cuenta de lo pequeño que es todo. Es como si te entrenaran con una pesa de veinte kilos para que en la competencia levantes una de diez.
En definitiva, nada es imposible, todo puede ser cambiado, mejorar es una tarea que nos lleva toda la vida, la justicia de Dios es una consecuencia de la justicia nuestra, porque cada vez que juzgamos nos estamos juzgando y cuando condenamos nos estamos condenando. Nada nos juzga mejor que nuestros actos.
Cada paso debe ser una evolución del anterior, todo cambia, si no es así hemos errado el camino.
A veces tenemos que permitir que pasen cosas que quisiéramos que fueran distintas, adaptarnos, porque muchas veces desconocemos el plan del destino y a veces una insignificancia puede cambiar al mundo.

No hay viento, por poderoso que sea, que dure para siempre, hasta el más enérgico de los tornados termina en una suave brisa; si la inteligencia es la capacidad de adaptación, está en nosotros resistir el huracán. Todo depende de nosotros. No es el viento el enemigo del ave, es la fuerza de sus alas.