domingo, octubre 23, 2005

Pensamiento Humano III

Me preocupa el hombre, me preocupa el brillo de sus fortalezas y la verdad que late escondida en sus movimientos; también el sabor de sus conquistas y el imperio de su grandeza. Una raza que se investiga a si misma, que escruta en sus moléculas a fin de percibir mejor lo que es, no es una raza cualquiera. Podrán morderla con sus logros la ferocidad de las guerras, podrán asesinar los gobiernos con su ineptitud y la inequidad propia de sus sistemas equivocados, podrá la indiferencia hundirse como un quiste en los valores perdurables, podrán fortalecerse aquellos que roban sin necesitar el pan que a los pobres le es indispensable y hasta podrá parecer verdad la ilusión de que la crueldad se impone sobre las cualidades del alma; pero nunca lastimarán la esencia de lo que es, y el vientre maternal se impondrá como un símbolo inmejorable para el proceso de cambios posibles.
La raza continuará, a pesar de las guerras, de la pobreza injustificada y extrema, de las estafas, de las mentiras y de los daños violentos de los seres vacíos; porque siempre habrá un hombre facultado de encontrar poesía en un vientre genitor, aunque caduque la voz de los grandes poetas.
Allí está el hombre: en ese vientre que lo representa como símbolo perdurable de su existencia y no en la guerra que libra contra su propia necedad. El hombre es más que la contradicción neta de su existencia, y las respuestas están mucho más adentro de lo que la ciencia puede alcanzar a comprender.
Para entender a todos los hombres nos basta tratar de entender a un solo hombre, porque en cada hombre hay más respuestas que en el acervo cultural universal. Llegar a esas zonas íntimas en el alma de un hombre es llegar a nuestra propia alma, conocer a un hombre es conocer a todos los hombres. Por eso debemos andar esos caminos, surcar esas rutas y allanar esos territorios: para entender al Hombre por medio de un hombre.

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