(Cristian Olivera | Para diario Tribuna | 07/03/2014) - La semana pasada el Intendente informaba sobre una reunión con el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, y el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, donde conversaron sobre el pase de los predios del ferrocarril al municipio; por supuesto, con la falta de información que caracteriza la gestión no sabemos si se trata de todos los predios con la posibilidad de quitar el ramal férreo o si son solo los terrenos no operativos con la previsión de un futuro regreso del tren.
El de Madariaga no es un caso único y ya hay leyes en las cámaras nacionales, incluso alguna con media sanción, para la cesión de tierras no operativas a los municipios, para ser destinados a “uso de sistematización vial, urbanístico, saneamiento de títulos, saneamiento ambiental, deportivos, administrativos y parque lineal”, según los fundamentos de esa ley, que contempla además hacer mensuras catastrales y definir las unidades fiscales.
Y está bien porque fueron adquiridas a principios del siglo pasado por Ferrocarriles del Estado para operatoria, logística y residencia de personal, algo que hoy día no solo es innecesario sino que se muestra como un óbice para el crecimiento urbano.
Hecha la ley hecha la trampa
Lo que en principio está bien, nos plantea un desafío porque, ¿a quién le corresponde la decisión sobre un cambio tan significativo en la fisonomía de Madariaga? ¿Alguien midió la consecuencia si se hace mal?
El loteo de estas tierras para la cesión a ciudadanos si no se realiza con un adecuado planeamiento urbano puede arrastrar resultados muy negativos. Miremos sino Pinamar y los terrenos aledaños al cementerio, en Ostende, que eran estatales en un caso similar aunque sin rieles en el medio. Se instalaron asentamientos precarios y usurpaciones que rompieron la estética de ambos balnearios turísticos, sin contar el peligro por la imposibilidad de control estatal. Un reconocido historiador y escritor de Madariaga advertía esto cuando se habló del proyecto del Gobierno municipal hace un par de años. “Hay que tener cuidado con la pinamarización de Madariaga”, decía contemplando ésta situación.
La puesta en valor de un terreno desaprovechado
Si lo que se pretende es poner en valor y capitalizar en favor de los madariaguenses las extensiones de suelo, por ejemplo el predio comprendido entre el Hogar San Juan Bautista y el paso a nivel de la calle Dr. Carlos Madariaga, que actúa de divisorio de la ciudad, me parece loable pero también creo que debe ponerse en discusión de toda la ciudadanía. No puede ser que los ciudadanos desconozcamos la totalidad del proyecto sino que deberíamos poder participar en la construcción de una propuesta que urbanice el sector. Son cambios que afectarán a las futuras generaciones, por lo que debería abrirse una instancia que dé posibilidad a la opinión de todos los vecinos, en especial los del barrio Belgrano porque un urbanismo desprolijo los dejaría más aislados que ahora.
Y es una discusión que debe realizarse en éste momento, porque estos predios se ceden para propuestas ya hechas con un plazo para su realización, que si no se cumple el cargo vuelven automáticamente al dominio del Estado Nacional.
El tópico de la vía como barrera
Los espacios ferroviarios interurbanos parecen estar destinados a ser barreras en las ciudades, no son meros bordes sino que en muchos casos se convierten en fronteras sociales. No es un problema local sino un subproducto de la conformación nacional en torno de las estaciones de trenes, algo lógico ya que las ciudades no podían ser planificadas sin la única comunicación con las capitales. Esto explica aunque no justifica la falta de desarrollo urbano planificado en el barrio Belgrano, por ejemplo, uno de los más poblados de Madariaga. Proyectos como el CAPS sirven como modelo de lo que debe hacerse.
El urbanismo debe tener en cuenta la mejor inserción del ferrocarril y procurar que se comporte ya no como un borde tajante sino como sutura, o sea que la línea no divida sino que una los espacios a uno y otro lado. Esto significaría convertir el problema en solución.
No es culpa del tren, las barreras físicas se convierten en barreras sociales como consecuencia de la falta de gestión urbanística.
La supresión de las barreras físicas no elimina las barreras sociales
Si lo que se espera es la urbanización con la previsión de que el tren regrese a Madariaga, lo más lógico, habría que plantear una zonificación inteligente que tenga en cuenta el problema de integración no solo con el barrio Belgrano, sino, por ejemplo previendo un ensanchamiento de la calle Rivadavia —esto resaltaría su importancia como acceso de la ciudad y propondría soluciones al actual problema de tránsito— que tendría que hacerse sobre terrenos que pertenecen al ferrocarril. Aunque las posibilidades económicas actuales no lo permitan, se debe diseñar con la mirada puesta en el futuro.
La reutilización del espacio ferroviario vacante debe buscar la permeabilidad con la urbanización actual y tender a convertir el aislamiento de un barrio periférico en un sector integrado que potencialmente expanda la ciudad. Para ello es necesario evitar la exageración en el destino residencial de los terrenos recuperados o su privatización desmedida.
Los bordes, los pasos transversales, los espacios públicos, y la urbanización racional deberían ser tenidos en cuenta a la hora de planificar la recuperación de esos terrenos hoy sin uso alguno. Si esto ocurriera, se lograrían, mediante la combinación entre el sector público y el privado, cotas de integración impensadas, como ocurrió con el Paseo del Bicentenario y los espacios aledaños.
A pesar de que solo oímos la voz ejecutiva al respecto, el Concejo Deliberante tiene un rol primordial dado que la ordenanza de zonificación y sus innumerables modificaciones —que hoy merecen una revisión integral ya que han quedado obsoletas y no contemplan la expansión urbana—, le corresponden. El Cuerpo Legislativo representa de manera directa también a los sectores minoritarios, por lo que constituye el ámbito de discusión adecuado. Es, incluso, su facultad abrir canales de participación ciudadana que contemplen propuestas para evitar una desprolija y desmesurada acción que convierta la posibilidad de sutura latente en esas tierras desaprovechadas, en un espectáculo populista que olvide el futuro.
Sería una manera de realzar el apagado rol que hoy cumple el Órgano Legislativo y de iniciar políticas de estado con miras al futuro, de este modo las vías que hoy tienen dos lados serán el símbolo de una planificación que integre, y cuando las veamos cortarse en el horizonte, será el horizonte de una comunidad que se negó a estar dividida.
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