sábado, noviembre 01, 2014

Viviendas para todos menos para sus dueños

(Cristian Olivera | Para diario Tribuna | 14/03/2014) - El año pasado un caso de usurpación de vivienda activó el rechazo popular, especialmente por la manera en que fue devuelta por individuos que no formaban parte del Gobierno, que estaban muy cuestionados por haber tenido problemas con la justicia, y que tomaron un rol que en realidad debió ser tomado por representantes del oficialismo. Esta semana, la misma indignación recorrió el vecindario cuando la familia García, conocidos y respetados madariaguenses, denunció que la vivienda heredada como un bien sucesorio, había sido violada y ahora se encontraba viviendo una persona que sería la misma que el año anterior ocupó la otra propiedad. En este contexto cabe preguntarse a quién tiene que pedirle la familia la restitución de la vivienda, porque ahora resulta que son los legítimos propietarios los que tienen que esperar los tiempos de la justicia para la devolución del inmueble y presentar los avales que los acrediten como dueños de su propia casa.
La semana pasada alguien me comentaba que ante la denuncia de un robo dentro de su propiedad con toda la familia en el interior del hogar, las autoridades le preguntaron por qué tenía la puerta sin llaves. Al ladrón nadie lo encontró pero resulta que lo que sí tiene claro nuestra rara Justicia es que los que tenemos que estar presos somos nosotros. Esto no va a cambiar hasta que los que estén tras las rejas sean los que están fuera de la ley, hoy es al revés, los que miramos tras los barrotes somos nosotros, y somos nosotros los interrogados cuando nos roban.
Sin embargo lo que más cuesta entender es la falta de actitud de quienes tienen responsabilidad sobre la seguridad. Son ellos los que se tienen que preocupar por magnificar la gravedad de una violación de domicilio con hurto o la apropiación ilegal cuando vemos la notoria carencia habitacional en todo el país. Si le agregan un problema al vecino están trabajando para los delincuentes.

Planes y programas que se inician con un gran show

A esta altura ya no sorprende que esa necesidad de viviendas sea utilizada políticamente, muchas veces con acierto mediante planes como el PROCREAR —a los que sin embargo la gran inflación les ha minado el resultado dado el encarecimiento de los valores en materiales de construcción o de los terrenos mismos—; otras veces mediante espectáculos periodísticos y sorteos públicos en respuesta a la demanda popular, que sin embargo no se efectivizan en la práctica o se realizan las entregas tras una demora prudencial y casualmente unos meses antes de los procesos eleccionarios.
La gente que salió sorteada hace dos años poco antes de las elecciones aún está esperando la vivienda prometida, para ellos es un sueño con el que se está jugando por esta demora injustificada. Muchos están pagando alquileres y deberán afrontar los aumentos con la renovación de los contratos; alguno de ellos, lamentablemente ya murió.
Un gobierno debe tener responsabilidad porque con lo que juega es con la ilusión de una familia. El cumplimiento a término de una promesa es una obligación.

El caso de Filo es también responsabilidad del Gobierno

También la indigencia que los cultores de la década ganada parecen no querer ver es el resultado de la desidia política de aquellos que desde su sillón de privilegio olvidan el rol del Gobierno en el Estado. El caso de Filo, aquel señor que vive en la terminal y necesita una habitación, que los periodistas de Central Madariaga tomaron descriptivamente sin lograr respuesta desde el Gobierno, es una muestra de esa falta de criterio y de sensibilidad humana. Filo tiene problemas, además del desamparo, y debe ser contenido, ya que es un peligro que se encuentre varado en la terminal. Un Gobierno que se hace llamar peronista no debería contemplar con indiferencia un caso que puede tener consecuencias desgraciadas. Hace casi veinte años era el peronismo el que creaba en Madariaga el área de Acción Social con el fundamento de estar más cerca de todos. Con casos como el de Filo eso parece muy lejos, mucho más lejos que veinte años. Es ahí donde se rompió un vínculo que (mala noticia para algunos) no se reconstruye de un día para el otro, no importa cuántas casas entreguen unos días antes de las elecciones, la ausencia de “amor por los descamisados” no se disimula una vez que quedó delatada.

¿Dónde están las promesas?

El Presupuesto General de Gastos para este año prevé el destino de un millón y medio de pesos para la adquisición de terrenos para “promover el acceso al suelo urbanizado, la vivienda social y la mejora en la calidad de vida de la población”, según lo que anunciaban pomposamente hace unos meses. Lógicamente el valor de los terrenos ha aumentado gradualmente y el problema continúa, lo que hace que cada día sea más difícil adquirir uno. ¿Comprarán a estos precios? Hoy en Madariaga debido al incremento de la demanda por los programas del Gobierno, un terreno de las mismas dimensiones puede tener un valor hasta cinco veces superior que en Pinamar. Esta desproporción se debe entre otras cosas a que quienes tuvieron la posibilidad, —muchos anticipadamente advertidos de éstos programas—, han comprado los terrenos que había disponibles en las mejores zonas y así al aumentar la demanda los ponen a la venta a valores que quintuplican los de compra o simplemente esperan para comerciarlos cuando la alza alcance su pico. Un negocio redondo. Muchos de estos especuladores tienen lazos políticos (o lo son ellos mismos), con el gobierno que luego es quien acusa al negocio chico de no querer vender el paquete de azúcar y de promover el desabastecimiento, cuando es exactamente lo que hacen con las propiedades. Y ponen en guerra a la población legando la culpa de la mala administración económica a los comerciantes que en muchos casos solo quieren salvar una parte de su patrimonio. Ese panorama habilita el actuar de los comerciantes que en efecto pretenden abusarse de la situación y así el efecto es inverso. Así es el progresismo actual, que tiene un discurso para las masas y una acción que disimuladamente va en contra de los intereses de la multitud.

La irresponsabilidad puede terminar en tragedia

El no tomar dimensión sobre la magnitud de un problema puede tener consecuencias graves. Una vivienda usurpada escapa también de los controles públicos necesarios sobre su seguridad, sino miremos el reciente derrumbe de Balvanera: ocurrió en una vivienda usurpada. La semana pasada, en esta columna se advertía sobre el peligro vial cuando se decía que el Gobierno está en infracción cuando la obra pública no se realiza y pone en peligro la circulación. Desde todos los medios se publicaron fotos estos últimos días sobre una tapa de cloaca que estaba peligrosamente rota y sin señalizar. Como ocurre con Filo en la terminal, los que tienen la responsabilidad no parecieron escuchar. Finalmente sucedió lo esperado, un auto colisionó a una pickup y, aunque no hubo que lamentar víctimas, pudo ser una tragedia. Eso sí no es un simple accidente, es claramente irresponsabilidad. Todavía quedan muchos tramos de la cinta asfáltica sin el adecuado mantenimiento. Tal vez ahora sí escuchen.
Parece poco pedirles responsabilidad, pero cobran sueldos, a veces muy altos, con nuestro dinero, con dinero que le descuentan a Filo cada vez que intercambia una moneda y le quitan el porcentaje del IVA, que luego no le devuelven en acciones que le permitan estar contenido. Y aquellos que tienen la solución en sus manos, viven realidades a veces inventadas, mientras él permanece sumido en un tiempo que no pasa, un dolor que arremete en soledad y sin embargo espera, no pierde la esperanza.
Las sociedades están corruptas cuando solo la clase que gobierna accede a ciertos beneficios que dejan afuera al resto de la población. Solo basta con examinar la historia para comprenderlo. Entonces la lucha política es por el acceso a una elite y por la permanencia en ella, cuando debería ser un servicio en la búsqueda de igualdad social con la prevalencia de las capacidades individuales a la hora de elegir los administradores de los bienes del Estado.
Mientras tanto Filo espera en la terminal, para él el tiempo no transcurre de la misma manera que desde una habitación confortable. Su sonrisa es un ejemplo porque las horas no pasan igual a la intemperie.
Si todavía él puede sonreír, entonces la realidad puede cambiar.

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