(Cristian Olivera | Para diario
Tribuna | 21/03/2014) - El 24 de marzo se recuerda el golpe de Estado más cruel,
debido al posterior avasallamiento de los derechos y las libertades civiles,
por el que ha pasado nuestra historia. El terrorismo siempre es abominable, sea
civil o de Estado, pero cuando es de Estado el daño es mayor por su poder
lesivo y la desproporción de fuerzas. Todo tipo de abuso desde el Estado es
doblemente rechazable por este motivo.
Cuando el daño es muy grande también suelen haber reacciones muy grandes
y por eso la frase “Nunca más” se hizo bandera en la memoria de un pueblo que
se niega a recorrer nuevamente un camino que le causó tanto dolor. Está claro,
espero que para todos, que eso incluye el estado de desorden civil en que se
encontraba la nación desde principios de la década del setenta, que fue germen
de aquel doloroso 24 de marzo.
Nunca más la violencia, de ningún lado, ni de ningún tipo, ni a la vista
ni encubierta.
El 24 de Marzo hoy
Para entender el valor de la fecha que se recuerda debemos pensar en las
luchas que había en vigencia en aquel momento. Si miramos hacia atrás hemos
ganado mucho, pero más importante que lo que ganamos es lo que nos falta. Por
ejemplo, el Centro de Estudiantes de Madariaga en la Plata (CEMa) surgió en
pleno Proceso y sus iniciadores relatan el miedo de reunirse y los peligros que
corrían cuando buscaban algo tan noble como la posibilidad de formarse.
Recuerdo en la facultad, los profesores más jóvenes nos contaban del terror que
cundía cuando ellos eran estudiantes y se hacían allanamientos improvisados,
corrían a esconderse porque eran considerados un riesgo por su condición de
estudiantes y desde las aulas oían el golpe de los borceguíes militares en las
escaleras de metal aterrorizados. Era el sonido de un Estado robado, tal vez el
último sonido que oirían en libertad si esas puertas se abrían. A muchos de sus
compañeros no los volvieron a ver, quedaban sus nombres en los listados de asistencia.
El mal no se remedia con
mal
En física se dice que la única manera de enfrentar el avance de una
fuerza es mediante otra fuerza equivalente y opuesta. Esa ley natural también
es aplicable para los tiempos que corren y así como la mirada revisionista
cargada de odio solo puede engendrar un país con odio, también debemos imaginar
un futuro construido a partir del encuentro, dado que el mal mayor que nos
atraviesa es el desencuentro.
Para alcanzar el futuro un país debe superar las divisiones que plantea
su pasado sin perder la balanza de la justicia. Así lo entendió San Martín
cuando se negó a participar en la guerra civil que se había iniciado en el país
tras la independencia, y prefirió el exilio a ir por un camino que no
construyera desde la pacificación. Lograda la emancipación, había que comenzar
a armar un país y no era posible en medio de divisiones tan fuertes. San Martín
lo tenía claro.
Me pregunto, hoy en Argentina y especialmente en Madariaga, ¿son tiempos
de paz o de conflicto? ¿Es momento de odio o de serenidad? ¿Suceden encuentros
o desencuentros? ¿Hemos entendido el sacrificio de San Martín?
Cuando la libertad es una
lucha
Hay luchas que hoy tenemos y son heredadas de aquellas luchas, lo que
resulta curioso es que sean los mismos gobiernos que enarbolan las banderas los
que nos obliguen a tenerlas. La libertad es un derecho más complejo que votar,
implica también que un medio no reciba un llamado cuando de su opinión se
desprende una crítica, o que la pauta oficial no se distribuya inequitativamente
—o esta se quite directamente a los medios considerados opositores—, o se contraten
espacios pagos a los medios que por su opinión son más cercanos al gobierno, o
la injuria descalificadora e inmediata hacia aquellos que opinan distinto.
Ya no hay secuestros ni torturas ni desaparecen personas víctimas de la
violencia de Estado, es una conquista enorme para el pueblo argentino que
debemos proteger sin perder de vista el objetivo final que es la plena
libertad, solo regulada por el derecho.
Parcialidad cultural
En aquellos años no solo se fue contra el pensamiento político sino sobre
la cultura y la educación. Muchos artistas, escritores y docentes
desaparecieron, físicamente o del país mediante el obligado exilio. Se trató de
transmitir mediante el universo simbólico de la cultura, un mensaje que
ocultara y en algunos casos que justificara los atropellos.
Aún hoy, en los inicios del siglo XXI, persiste esa idea de que la
cultura es un transmisor que puede ser manipulado en beneficio de una causa. El
problema de utilizar la misma herramienta que el enemigo, es que se corre el
riesgo de convertirse en aquello que se combate.
Encontrar la unión cuando estamos tan divididos es el mejor homenaje que
podemos hacerles a aquellos que lucharon, que tuvieron que irse del país por
tener opinión diferente, o que se negaron a que florezca solo una visión
sesgada de la cultura y por ello tuvieron que desaparecer, en la muerte o en el
destierro, que para algunas culturas es un castigo más severo que la ejecución
física.
Lograr una sociedad donde se pueda opinar sin ser juzgado, que contemple
una visión integral de la cultura y que valore a sus docentes como artífices
del pensamiento libre, en unidad y conforme a mecanismos que conduzcan a edificar
desde las coincidencias no obstante las diferencias; en definitiva reverdecer
aquellas luchas que tuvieron un costo tan alto, y mirar hacia adelante con la
sabiduría de un sentimiento sano, es el mejor homenaje hacia aquellos que
enfrentaron la vida y la muerte. Será nuestra manera de hacerlos aparecer.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario