(Cristian Olivera | Para diario
Tribuna | 13/02/2014) - El canal a cielo abierto de la calle 33 es la muestra
más clara y permanente de hasta dónde ha llegado la falta de obras de
mantenimientos en la ciudad. Los desagües no están limpios y así solo basta una
pequeña lluvia para darnos cuenta de que hay varias calles del casco urbano que
se inundan, una ciudad que fue erigida en una loma por la seguridad que ofrecía
esta característica al ubicarse en una zona inundable de la Llanura Pampeana.
La tardanza en el pago a los
proveedores conduce paulatinamente a una
paralización en las más simples obras de mantenimiento y así el estado de
descuido y abandono se generaliza, porque lógicamente, lo primero que se pierde
es el crédito ya que deja de haber confianza en el deudor. Esto que parece un
simple detalle, en el cúmulo de desórdenes es mucho más serio de lo que
presupone.
La ciudad es como una vivienda
cuando no se efectúan las reparaciones en tiempo y forma: primero es una
canilla, luego otra, más tarde una pared, el techo y finalmente son tantas las
pequeñas cosas que hay que arreglar que ya no se hace más. Finalmente uno se
acostumbra.
En el centro de la ciudad, cuyo
mantenimiento es indispensable no solo para los habitantes sino para acoger al
turista que está a solo quince minutos de la costa, es notoria la falta de
limpieza, la existencia de veredas con daños que no fueron producidos por los
frentistas y la presencia de luces exiguas sin la correspondiente limpieza; es
curiosa la forma en que se devuelve la contraprestación a la taza de alumbrado,
barrido y limpieza. Y ni hablar de la falta de iluminación en las plazas y el
parque.
El asfalto urbano desde hace tiempo
no es objeto de las pequeñas reparaciones que necesita. Todo no contribuye sino
a un estado de dejadez que se acumula y así cada día se hace más difícil de
solucionar, con el consecuente peligro para el tránsito en la vía pública, en
un momento en que se comienza a convertir en un verdadero problema que ya no
admite soluciones provisorias y debe ser fruto de un planteamiento serio en un
futuro inmediato.
Lo mismo sucede con las
dependencias municipales. Una de ellas se había inundado y así se arruinó la
parte inferior de la puerta del baño. Eso ocurrió hace meses, aún no se reparó
pese al reclamo de los empleados, y ello se debería a la anuencia de los
comerciantes a proveérsela. Hay oficinas reservadas para áreas recientemente
creadas que no funcionan por no tener mobiliario. Son problemas pequeños que
por ser muchos conforman un problema mayor.
Falta
de información
El crecimiento exponencial de la
planta municipal no solo que no resuelve sino que incrementa el problema.
Porque si bien se cuenta con más mano de obra, falta optimizar las estructuras
jerárquicas mediante la carrera municipal, de modo tal que las áreas autorregulen
su funcionamiento para responder a la impronta política que los funcionarios
les den sin perder la efectividad y sin que se altere su desempeño con los
cambios de gobierno. Esto hoy no se ve desde afuera, tal vez porque resulta muy
complejo al ciudadano común acceder a la información municipal, que debería
estar disponible fácilmente en un escenario de tanta efectividad de la
comunicación informática. Hay una nube tal que el vecino no tiene certeza ni sobre
quienes integran el gabinete. Si uno entra al sitio web del municipio, por
ejemplo, aparece Pedro Gartía como secretario de Gobierno cuando sabemos que es
concejal, y si se intenta acceder al organigrama devuelve una página faltante.
Si
no está en los medios no es un problema
Esta semana una vecina reclamaba
con un razonable enojo la falta de reparación en una obra pública enfrente de
su casa, una tarea sin terminar hacía que se acumulara el agua con la
consiguiente proliferación de mosquitos en medio de esta inusual invasión que
azota la provincia, eso sin pensar en el riesgo para la salud física de quienes
pudieran caerse allí. Tuvo que utilizar la red social para recibir la atención
correspondiente, ya que había intentado varias veces dirigirse al municipio sin
ser escuchada.
Inmediatamente le ofrecieron una
respuesta.
El problema no es que se trate de
resolver una situación que afecta a un vecino y lo expone en Facebook, sino que
parece que si no se hace pública esa situación el problema no existe. Es una
exagerada forma de entender el impacto de la comunicación, porque esa
concepción implica que lo que se muestra es lo único válido aunque no proceda
de una verdad. Y entonces vemos folletos que exponen una realidad que
claramente no se corresponde con nuestra percepción. Esas vetustas políticas hoy
no funcionan porque vivimos en el interior de una conciencia colectiva que nos
protege del maquillaje político.
Gobernar
para el futuro
Debajo de este aparente desorden o
pereza para corregir los deterioros lógicos de la ciudad subyace un problema
mayor porque un gobierno no solo se debe a su pueblo, sino también a aquellos
que le sucedan a los cuales tiene la obligación de dejar una administración
ordenada. No se trata de crear políticas de estado por decreto y
arbitrariamente o simplemente volcar palabras que hablen de acá a veinte años
sino invertir genuinamente en una planificación a largo plazo que encuentre
continuidad en la justicia de su concepción.
Nada de esto es posible si aquellos
que resultaren electos deben perder uno o dos años en corregir una situación de
abandono a la que se llegó por no gestionar correctamente los recursos del
municipio. Una administración ordenada es la base de cualquier política de
estado.
El futuro nos pertenece a todos, no
podemos perder de vista el horizonte que nos une en el sueño de un Madariaga
que crezca en prosperidad, unidad, y la sabiduría que exige el respeto por la
diversidad; todo ello sintetizado en la acción de quienes transitoriamente
ocupan el gobierno.
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