sábado, noviembre 01, 2014

La necesidad de una gestión ordenada

(Cristian Olivera | Para diario Tribuna | 13/02/2014) - El canal a cielo abierto de la calle 33 es la muestra más clara y permanente de hasta dónde ha llegado la falta de obras de mantenimientos en la ciudad. Los desagües no están limpios y así solo basta una pequeña lluvia para darnos cuenta de que hay varias calles del casco urbano que se inundan, una ciudad que fue erigida en una loma por la seguridad que ofrecía esta característica al ubicarse en una zona inundable de la Llanura Pampeana.
La tardanza en el pago a los proveedores  conduce paulatinamente a una paralización en las más simples obras de mantenimiento y así el estado de descuido y abandono se generaliza, porque lógicamente, lo primero que se pierde es el crédito ya que deja de haber confianza en el deudor. Esto que parece un simple detalle, en el cúmulo de desórdenes es mucho más serio de lo que presupone.
La ciudad es como una vivienda cuando no se efectúan las reparaciones en tiempo y forma: primero es una canilla, luego otra, más tarde una pared, el techo y finalmente son tantas las pequeñas cosas que hay que arreglar que ya no se hace más. Finalmente uno se acostumbra.
En el centro de la ciudad, cuyo mantenimiento es indispensable no solo para los habitantes sino para acoger al turista que está a solo quince minutos de la costa, es notoria la falta de limpieza, la existencia de veredas con daños que no fueron producidos por los frentistas y la presencia de luces exiguas sin la correspondiente limpieza; es curiosa la forma en que se devuelve la contraprestación a la taza de alumbrado, barrido y limpieza. Y ni hablar de la falta de iluminación en las plazas y el parque.
El asfalto urbano desde hace tiempo no es objeto de las pequeñas reparaciones que necesita. Todo no contribuye sino a un estado de dejadez que se acumula y así cada día se hace más difícil de solucionar, con el consecuente peligro para el tránsito en la vía pública, en un momento en que se comienza a convertir en un verdadero problema que ya no admite soluciones provisorias y debe ser fruto de un planteamiento serio en un futuro inmediato.
Lo mismo sucede con las dependencias municipales. Una de ellas se había inundado y así se arruinó la parte inferior de la puerta del baño. Eso ocurrió hace meses, aún no se reparó pese al reclamo de los empleados, y ello se debería a la anuencia de los comerciantes a proveérsela. Hay oficinas reservadas para áreas recientemente creadas que no funcionan por no tener mobiliario. Son problemas pequeños que por ser muchos conforman un problema mayor.

Falta de información

El crecimiento exponencial de la planta municipal no solo que no resuelve sino que incrementa el problema. Porque si bien se cuenta con más mano de obra, falta optimizar las estructuras jerárquicas mediante la carrera municipal, de modo tal que las áreas autorregulen su funcionamiento para responder a la impronta política que los funcionarios les den sin perder la efectividad y sin que se altere su desempeño con los cambios de gobierno. Esto hoy no se ve desde afuera, tal vez porque resulta muy complejo al ciudadano común acceder a la información municipal, que debería estar disponible fácilmente en un escenario de tanta efectividad de la comunicación informática. Hay una nube tal que el vecino no tiene certeza ni sobre quienes integran el gabinete. Si uno entra al sitio web del municipio, por ejemplo, aparece Pedro Gartía como secretario de Gobierno cuando sabemos que es concejal, y si se intenta acceder al organigrama devuelve una página faltante.

Si no está en los medios no es un problema

Esta semana una vecina reclamaba con un razonable enojo la falta de reparación en una obra pública enfrente de su casa, una tarea sin terminar hacía que se acumulara el agua con la consiguiente proliferación de mosquitos en medio de esta inusual invasión que azota la provincia, eso sin pensar en el riesgo para la salud física de quienes pudieran caerse allí. Tuvo que utilizar la red social para recibir la atención correspondiente, ya que había intentado varias veces dirigirse al municipio sin ser escuchada.
Inmediatamente le ofrecieron una respuesta.
El problema no es que se trate de resolver una situación que afecta a un vecino y lo expone en Facebook, sino que parece que si no se hace pública esa situación el problema no existe. Es una exagerada forma de entender el impacto de la comunicación, porque esa concepción implica que lo que se muestra es lo único válido aunque no proceda de una verdad. Y entonces vemos folletos que exponen una realidad que claramente no se corresponde con nuestra percepción. Esas vetustas políticas hoy no funcionan porque vivimos en el interior de una conciencia colectiva que nos protege del maquillaje político.

Gobernar para el futuro

Debajo de este aparente desorden o pereza para corregir los deterioros lógicos de la ciudad subyace un problema mayor porque un gobierno no solo se debe a su pueblo, sino también a aquellos que le sucedan a los cuales tiene la obligación de dejar una administración ordenada. No se trata de crear políticas de estado por decreto y arbitrariamente o simplemente volcar palabras que hablen de acá a veinte años sino invertir genuinamente en una planificación a largo plazo que encuentre continuidad en la justicia de su concepción.
Nada de esto es posible si aquellos que resultaren electos deben perder uno o dos años en corregir una situación de abandono a la que se llegó por no gestionar correctamente los recursos del municipio. Una administración ordenada es la base de cualquier política de estado.
El futuro nos pertenece a todos, no podemos perder de vista el horizonte que nos une en el sueño de un Madariaga que crezca en prosperidad, unidad, y la sabiduría que exige el respeto por la diversidad; todo ello sintetizado en la acción de quienes transitoriamente ocupan el gobierno.

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