(Cristian Olivera | Para diario Tribuna |30/05/2014) - Es probable que pocos conozcan a Marino
Morikawa. Marino Morikawa iba cuando era chico, todos los días con sus padres a
pescar a la playa El Cascajo, en Perú. Más tarde pudo estudiar en una
prestigiosa universidad japonesa y allí vivió hasta que un día, en el año 2010,
tuvo todo listo para volver. Hizo las maletas, tomó el avión y se dirigió a su
ciudad natal. Al llegar decidió visitar el lago y se encontró con una situación
muy diferente que cuando niño. La lechuga acuática, los desechos humanos y el
paso de los años habían hecho desparecer casi por completo la laguna.
Ante el panorama devastador, las autoridades habían decidido cubrirla por
áreas de cultivo. Pero Marino no estaba dispuesto a que un lugar que lo inspiró
tanto, desapareciera arrasado por el despiadado paso de la civilización, así
que se internó solo en el lugar. Según relata el periódico peruano, El
Comercio, la gente lo creyó loco, y los concejeros provinciales le dijeron que
se iba a enfermar con el agua contaminada de la laguna. Él era consciente de
los riesgos pero estaba decidido a cambiar las cosas, así que, soñador y
bohemio pero perito en la materia, inventó un sistema y comenzó a aplicarlo. Primero
dividió el humedal en ocho sectores con cañas de bambú, luego construyó una
plataforma de tubos de plástico sujetos con varas de acero donde instaló bio
filtros para recuperar la calidad del agua del humedal, y finalmente dejó que
la ciencia hiciera lo suyo.
Cuentan que el resultado fue impactante, en poco tiempo 70 especies de
aves y tres de peces volvieron a aparecer. Todo lo hizo con materiales
sencillos, que se podían encontrar en cualquier ferretería, y no cobró nada.
“Me gustaba que lo que yo vi en el pasado, otros lo vuelvan a ver y a sentir”,
afirmó explicando la motivación que lo llevó a una empresa en que las propias
autoridades no creyeron. Hoy, el mismo lago que lo inspiró a él, inspira a
otros y se ha impuesto como un reservorio de la flora y fauna del lugar. Ahora
intenta recuperar el río Chira y el lago Titicaca. Demasiado para un solo
hombre.
Es curioso como los grandes cambios comienzan cuando alguien decide ir
contra la corriente, cuando esa persona no acepta que otro le diga que no
puede, o cuando tiene tanta fe en sí mismo que sabe que ve lo que otros no
pueden ver y que es esa falta de visión la que no percibe el mejor aspecto de
la cordura.
Esas personas especiales están por todos lados, solo hay que afinar la
mirada para poder verlos. Como diría el Principito, mirar con el corazón.
En Madariaga, por ejemplo, Cáritas ha encontrado una modalidad de trabajo
sumamente eficaz. Si bien es difícil clasificar todas las donaciones y luego
diseminarlas donde corresponde, ellos además recogen por boca directa de
quienes necesitan, su problemática. Es una mujer del Barrio Belgrano, con
algunos colaboradores, la que se encarga luego de decidir los destinos y se
entregan personalmente. Están en contacto directo con la necesidad, y lo
resuelven de la mejor manera que pueden. Ese conocimiento real del problema
hace que la donación sea sumamente efectiva y llegue a donde está la necesidad
exacta.
Y no es el único caso, hay varios merenderos que día tras día están en
contacto con una realidad social que lamentablemente cada vez es más injusta.
Hombres y mujeres tan anónimos que no están en las noticias y, sin embargo,
hacen lo que muchas veces los gobiernos olvidan, porque si bien con las
estructuras de las áreas de gobierno se cubren administrativamente algunas
necesidades, están lejos de ese cara a cara con que enfrentan realidades tan
dolorosas estas instituciones.
A veces basta con mirar a los ojos a la urgencia para entender el
verdadero impacto de una gestión mal administrada, los funcionarios no deberían
eludir trabajar frente a frente con la carestía, después de todo, sus sueldos,
salen de las tasas e impuestos que los que menos tienen también pagan. Dada la
desproporción de los ingresos, es distorsiva entonces la relación sobre el
valor de los mismos. Les cuesta más, por lo tanto merecen la concentración de los
esfuerzos para revertir su situación.
Solo hay que caminar un poco para encontrar esas personas anónimas que
inspiradas por un enorme humanismo han decidido hacer algo por los demás, sin importar
que les llamen locos y sin escuchar a los que tratan de sumirlos en la
frustración y convencerlos de que su sueño es imposible.
Borges decía que “Esas personas, que se ignoran, están salvando el
mundo”. Yo creo que es así, que son esos, los que se ignoran, los que nos están
salvando a todos.
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