(Cristian Olivera | Para diario
Tribuna | 17/01/2014) - La tirantez
entre el Gobierno municipal y los empleados municipales, es hoy uno de
los tantos inconvenientes que acarrea el ejecutivo, un problema que se
sintetiza en la falta de diálogo y en cierta imposibilidad para anticiparse y
resolver asuntos simples que posteriormente le estallan en conflictos difíciles
de controlar.
Podemos analizar las razones y las
consecuencias de un sinfín de factores que confluyen en este caos.
Y así,
inevitablemente nos hacemos preguntas.
1- ¿Cuántos empleados necesita realmente el
municipio para funcionar?
2- ¿Concretamente cuántos son los que
trabajan en la planta activa?
3- ¿Cuánto debería ganar un empleado
municipal?
4- ¿Realmente cuánto gana?
5- ¿Cuenta el municipio con el presupuesto
para afrontar el gasto?
6- ¿Está en vigencia la Carrera Municipal?
7- ¿Quien representa a los empleados?
8- ¿Por qué desembarca ATE?
9- ¿Dónde estaba cuando había que dialogar?
10- ¿Dónde está el Intendente?
Resulta fundamental saber cuántos
empleados son los que trabajan en la planta municipal, incluyendo los contratos
temporales, y cuántos son realmente necesarios en cada área, con la especificación
de la función que cada uno debería desempeñar, en principio para ordenarse, en
segundo lugar para darlo a conocer, la población debería tener ese dato, y en
tercer lugar porque cada empleado que trabaja, también merece ser reconocido
por la labor que desempeña.
Probablemente haya más empleados de
los que se necesitan en algún área, entonces deben ser reasignados donde hagan
falta de acuerdo con la formación que tienen.
Alguna vez se estipuló como
parámetro, que el empleado que recién se iniciara, cobrara el equivalente al
salario mínimo docente, que hoy de bolsillo es de $ 3600.
Pero cuánto gana hoy un empleado
municipal es un acertijo difícil de adivinar, porque acá se enredan las horas
extras que son y las que debieran ser, los criterios de cada funcionario y el
desorden se cuela hasta generar rivalidades, injusticias, desconfianza, etc.
En ese clima, es natural que los
empleados estén disconformes, soliciten atención y reclamen. El año pasado
nadie los calificó, ¿fue por desidia o por desconocimiento administrativo? Esto
traba la carrera, que por ejemplo contempla ascensos automáticos basados en
este parámetro. ¿A quién reclaman? ¿Hay voluntad de diálogo? ¿Hay oídos que
escuchen? ¿Las correspondientes jefaturas tienen la autoridad necesaria para ofrecer
soluciones? El desorden que no se ordena, termina en caos.
¿Qué hacen entonces los empleados?
Se dirigen al sindicato, que en un intento por no perder la comunicación mínima
que los une con el ejecutivo, va resignado a escuchar largos discursos y vuelve
con las manos vacías. Va a escuchar cuando debería ir a ser oído.
Entonces, se recurre a ATE, que
experto en luchas y reclamos salariales, trae sus formas e impone sus
estrategias, ajenas a la vida de un pueblo que siempre había podido solucionar
sus propios inconvenientes.
Cuando se le pregunta a los
empleados municipales cuál es su mayor problema, como salido del estómago
responden: “Que no te escuchan”. Es que lo económico es fundamental, pero la
falta de diálogo siempre conduce a rupturas que podrían evitarse.
Ayer se estaba aprobando el
presupuesto y con él un incremento en el salario pero si se carece de empatía y
la gestión se encierra en sí misma, es solo un remiendo a una conflictividad
mayor, que tiene aristas que son invisibles justo para quienes deberían
concentrarse en resolverlas.
Huir de la realidad, no frena el conflicto. Si esa
huida perjudicara sólo a quien se evade, sería una cosa, pero como sabemos, la
realidad es otra.
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