sábado, noviembre 01, 2014

La realidad es otra

(Cristian Olivera | Para diario Tribuna | 17/01/2014) - La tirantez  entre el Gobierno municipal y los empleados municipales, es hoy uno de los tantos inconvenientes que acarrea el ejecutivo, un problema que se sintetiza en la falta de diálogo y en cierta imposibilidad para anticiparse y resolver asuntos simples que posteriormente le estallan en conflictos difíciles de controlar.
Podemos analizar las razones y las consecuencias de un sinfín de factores que confluyen en este caos.
Y así, inevitablemente nos hacemos preguntas.
1-      ¿Cuántos empleados necesita realmente el municipio para funcionar?
2-      ¿Concretamente cuántos son los que trabajan en la planta activa?
3-      ¿Cuánto debería ganar un empleado municipal?
4-      ¿Realmente cuánto gana?
5-      ¿Cuenta el municipio con el presupuesto para afrontar el gasto?
6-      ¿Está en vigencia la Carrera Municipal?
7-      ¿Quien representa a los empleados?
8-      ¿Por qué desembarca ATE?
9-      ¿Dónde estaba cuando había que dialogar?
10-   ¿Dónde está el Intendente?
Resulta fundamental saber cuántos empleados son los que trabajan en la planta municipal, incluyendo los contratos temporales, y cuántos son realmente necesarios en cada área, con la especificación de la función que cada uno debería desempeñar, en principio para ordenarse, en segundo lugar para darlo a conocer, la población debería tener ese dato, y en tercer lugar porque cada empleado que trabaja, también merece ser reconocido por la labor que desempeña.
Probablemente haya más empleados de los que se necesitan en algún área, entonces deben ser reasignados donde hagan falta de acuerdo con la formación que tienen.
Alguna vez se estipuló como parámetro, que el empleado que recién se iniciara, cobrara el equivalente al salario mínimo docente, que hoy de bolsillo es de $ 3600.
Pero cuánto gana hoy un empleado municipal es un acertijo difícil de adivinar, porque acá se enredan las horas extras que son y las que debieran ser, los criterios de cada funcionario y el desorden se cuela hasta generar rivalidades, injusticias, desconfianza, etc.
En ese clima, es natural que los empleados estén disconformes, soliciten atención y reclamen. El año pasado nadie los calificó, ¿fue por desidia o por desconocimiento administrativo? Esto traba la carrera, que por ejemplo contempla ascensos automáticos basados en este parámetro. ¿A quién reclaman? ¿Hay voluntad de diálogo? ¿Hay oídos que escuchen? ¿Las correspondientes jefaturas tienen la autoridad necesaria para ofrecer soluciones? El desorden que no se ordena, termina en caos.
¿Qué hacen entonces los empleados? Se dirigen al sindicato, que en un intento por no perder la comunicación mínima que los une con el ejecutivo, va resignado a escuchar largos discursos y vuelve con las manos vacías. Va a escuchar cuando debería ir a ser oído.
Entonces, se recurre a ATE, que experto en luchas y reclamos salariales, trae sus formas e impone sus estrategias, ajenas a la vida de un pueblo que siempre había podido solucionar sus propios inconvenientes.
Cuando se le pregunta a los empleados municipales cuál es su mayor problema, como salido del estómago responden: “Que no te escuchan”. Es que lo económico es fundamental, pero la falta de diálogo siempre conduce a rupturas que podrían evitarse.
Ayer se estaba aprobando el presupuesto y con él un incremento en el salario pero si se carece de empatía y la gestión se encierra en sí misma, es solo un remiendo a una conflictividad mayor, que tiene aristas que son invisibles justo para quienes deberían concentrarse en resolverlas.

Huir  de la realidad, no frena el conflicto. Si esa huida perjudicara sólo a quien se evade, sería una cosa, pero como sabemos, la realidad es otra.

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